lunes, 29 de agosto de 2011

De vuelta

A partir de hoy, La independiente vuelve a abrir. En septiembre tendremos algunas de las novedades destacadas y podréis comenzar a reservar el nuevo ejemplar de Orsai.

Después de las vacaciones, volvemos a la rutina.

lunes, 1 de agosto de 2011

Celacanto

El hombre maduro, probablemente marroquí, que trabaja a veces con la cuadrilla de reformas de los locales de enfrente y que otras veces recoge objetos de los contenedores, para arreglarlos y venderlos o para decorar su casa, que imagino pobre y algo mugrienta, me ha saludado al pasar y, como otros días, me he fijado en sus rizos blancos y negros (salt & pepper, llaman a ese cabello los americanos) y en su cara cuarteada. El vecino que recorta las mangas de sus camisas por los hombros y que estoy seguro de que fue un hombre atractivo en tiempos (con ese atractivo barriobajero y vulgar de cierto tipo de hombres, como el Pijoaparte o como el Brando de Un tranvía llamado deseo, atractivo de camiseta imperio y sudor y grasa bajo las uñas) ha pasado por la puerta de nuevo sin mirar siquiera, ahora un hombre bastante ridículo, de carnes fofas, un tatuaje en el hombro desvaído por el paso del tiempo y el pelo teñido. La señora que vende flores y que siempre me regala alguna y que dice cariño todo el rato a todo el mundo y que sé rumana pero que ha debido vivir con sudamericanos porque su español es muy bueno y esos giros amorosos del habla son algo muy sudamericano, me dicho que me hace una oferta especial con los lirios. El alcohólico habitual bebe con deleite su cerveza de medio litro envuelta en una bolsa de plástico (debe de ser su primera cerveza del día, no beber hasta las siete de la tarde debe de ser la única manera de tener algo parecido a una vida) y mira la tienda pero, como siempre, no se acerca a ver lo que tengo en el escaparate.
Jorge, el niño obsesionado con un pez prehistórico, que protagoniza «Celacanto» de Jimina Sabadú también me hace una seña con los ojos, que me miran interrogantes, como preguntando si me he enterado de su historia o no lo hecho, si he comprendido por qué el final es el que es y por qué el libro debe acabar así. Yo asiento con los ojos y parece que el chico se queda más tranquilo. Mejor así. Ha habido momentos de la novela en los que, si me hubiera hecho la misma pregunta, hubiera dicho que no, que no tenía ni idea del lugar al que me estaba llevando. Jorge es moreno (aunque eso no aparezca en la novela), imaginativo y cuando dice que vio al pez gigantesco en la piscina, la vez que estuvo a punto de morir ahogado, dice la verdad, signifique lo que signifique eso en una novela. Por eso tiene un miedo cerval al agua, por eso no ha aprendido a nadar, a pesar de su padre, que lo mira con pena y desprecio a partes iguales por no ser capaz de hacerlo siendo tan mayor. La infancia es un territorio aterrador (disculpen la aliteración) pero ya no nos acordamos. Los niños son mucho más duros de lo que se cree, más despiadados porque para ellos, como para los dioses griegos, los actos no tienen consecuencias, el tiempo no existe y la muerte resulta incomprensible.
Me gustan las historias de niños cuando son ellos los que hablan y consiguen recordar todas las aristas que tiene la infancia, duras y cortantes, sin la suavidad que el recuerdo les da. Me gustan los niños. Me gustan los cuentos de niños en los que un monstruo de grandes filas de dientes viene a comérselos, cuentos retorcidos y perversos, cuentos de niños que no son para niños.
Los niños saben que, en el fondo, se merecen que se los coman. Como lo sabemos todos.

La calle o un libro. No creo que, a la hora de mirar con atención, haya mucha diferencia.